Declaración Pública

DECLARACIÓN PÚBLICA

Poder Social Constituyente, articulación de ciudadanos, movimientos y organizaciones sociales que trabaja en Chile mancomunadamente por una Asamblea Constituyente para cambiar la Constitución Política, con la convicción de que es el único mecanismo democrático y participativo para garantizar una nueva carta fundamental representativa y legitimada, declaramos lo siguiente en relación a los últimos anuncios en torno al proceso constituyente:

1.- Que lamentamos la ambigüedad y falta de precisión sobre el denominado “proceso constituyente”, que se expresó en la cuenta pública a la nación del pasado 21 de mayo, por parte de la presidenta Michelle Bachelet.

2.- Que valoramos positivamente los planteamientos y propuestas que promueven una consulta nacional de carácter plebiscitaria para que sea la ciudadanía la que se exprese respecto al mecanismo mediante el cual cambiar la actual Constitución. El Plebiscito es una herramienta legal e institucional para que el pueblo pueda ejercer soberanía y pronunciarse sobre cuestiones de interés público nacional, algo que se encuentra precisamente limitado en la actual Constitución.

3.- Que apoyamos la figura de un “plebiscito vinculante”, que considere la pregunta: ¿Quiere usted una ASAMBLEA CONSTITUYENTE para elaborar una nueva Constitución para Chile? (SI – NO), determinándose el resultado por mayoría simple. Hoy es claro que la mayoría de las y los chilenos desean cambiar la Constitución, siendo la única consulta a formular si ello será por la vía de una Asamblea Constituyente o a través de los espacios institucionales ya constituidos, actualmente sumidos en una profunda crisis de legitimidad.

4.- Que este plebiscito vinculante mandatará a la Presidenta de la República a convocar a la Asamblea Constituyente, dentro del más breve plazo.

5.-  Emplazamos a la Presidenta Michelle Bachelet a clarificar en esta instancia lo que ha definido como “proceso constituyente” y qué implicancias tendrá el carácter “participativo e incidente” del mismo. Frente a aspectos de tanta trascendencia y relevancia para el futuro del país, no puede haber espacios para la ambigüedad. Como lo ha señalado en su discurso al país “Chile, por primera vez en su historia, tiene la oportunidad de construir una Constitución genuinamente republicana y soberana”, creemos que la única decisión soberana recae en el pueblo, que es el legítimo poder constituyente.

6.-  Por lo mismo, ratificamos nuestra convicción y certeza  de que SIN ASAMBLEA CONSTITUYENTE, NO HAY NUEVA CONSTITUCIÓN.

Santiago, 22 de mayo de 2015.

Movimientos sociales exigen inhabilitación de parlamentarios involucrados en caso PENTA y reiteran necesidad de Asamblea Constituyente

Poder Social Constituyente manifestó que esta competencia ilegal con ‘doping financiero’ implica que los parlamentarios involucrados no pueden continuar votando leyes porque no dan garantías de ecuanimidad e independencia, situación que ratifica que el Congreso Nacional carece de legitimidad para implementar, mediante una vía interna e institucional, un mecanismo para dotarnos de una nueva Constitución Política. 

Las organizaciones sociales articuladas en Poder Social Constituyente se manifestaron hoy, bajo la consigna “Basta de Corrupción, Asamblea Constituyente”, en las afueras del ex Congreso Nacional en Santiago, para exigir la inhabilitación de los senadores y diputados involucrados en prácticas de financiamiento ilícito de campañas políticas.

Declararon que “demandamos una nueva legislación que contemple la figura de ‘Revocatoria del Mandato’, que correspondería aplicar a los parlamentarios Ena von Baer, Iván Moreira, Ernesto Silva, y a todos quienes hayan obtenido sus escaños haciendo fraude a las normas electorales. Incluso aunque ese fraude, técnicamente, no sea constitutivo de delito penal. Consideramos que esta competencia ilegal con ‘doping financiero’ implica que los parlamentarios involucrados no pueden continuar votando leyes nacionales porque no dan garantías de ecuanimidad e independencia; y exigimos, por lo tanto, que se inhabiliten”.

Precisaron que “estos hechos fortalecen la constatación de que el Congreso Nacional carece de legitimidad para implementar mediante una vía interna e institucional un mecanismo para dotarnos de una nueva Constitución Política, tan anhelada por la ciudadanía. El único mecanismo que asegura legitimidad y representatividad a la ciudadanía es un proceso que devuelva la soberanía al poder constituyente originario, esto es el pueblo de Chile. Tenemos el convencimiento que esto sólo podrá materializarse mediante la realización de una Asamblea Constituyente”.

Lo anterior, además, fue expuesto a la presidenta del Senado, Isabel Allende, y al presidente de la Cámara de Diputados, Aldo Cornejo, mediante una carta entregada durante la actividad.

Declaración: Por una Asamblea Constituyente, para una Nueva Constitución

  1. Las diversas organizaciones y movimientos sociales presentes en esta manifestación entendemos que ha llegado el momento de generar una Nueva Constitución. Este texto sólo puede surgir desde el poder constituyente originario, que permita una deliberación vinculante, que exprese las miradas de todos los ciudadanos y las ciudadanas. Juntos, en una misma mesa, en condición de plena igualdad y decidiendo en conjunto un futuro compartido.
  2. Una nueva Carta Fundamental sólo puede nacer desde el pueblo, como poder constituyente originario, en el cual radica la soberanía popular. Por eso una Nueva Constitución exige la convocatoria a una Asamblea Constituyente, electa por los ciudadanos y que se encargue de redactar el nuevo texto constitucional que hemos de aprobar en referéndum. Esta asamblea deberá definir de forma participativa y soberana el modelo de Estado y de país que deseamos.
  3. Un proceso constituyente sólo se puede validar mediante una expresión y un método participativo que exprese la voluntad y la soberanía popular, y no mediante mecanismos que carecen de legitimidad ciudadana, como es hoy el actual Parlamento elegido por un sistema electoral binominal que consagra el duopolio e impide la expresión de la diversidad del conjunto de las y los chilenos. Llamamos a las autoridades políticas, comenzando por la Presidenta de la República, a definirse y pronunciarse sin ambigüedades, ahora, por una Asamblea Constituyente. Le llamamos a no temer al pueblo y a los ciudadanos, para que haciendo uso de un medio legítimo y democrático se consulte vía plebiscito sobre la convocatoria a una Asamblea Constituyente y que ella sea electa mediante un sistema  democrático proporcional.
  4. De esa forma, una nueva Constitución, surgida del proceso democrático y legítimo, podrá asegurar una Constitución representativa y soberana que consagre y garantice los derechos económicos, sociales, y culturales del pueblo chileno mediante un nuevo marco institucional que nos represente a todas y todos. Una nueva Constitución para el Chile del siglo XXI, que garantice y promueva la democracia participativa, la transparencia, el pluralismo, el vivir bien de las personas y el respeto a la naturaleza, la soberanía sobre nuestros recursos naturales y los derechos fundamentales como ejes orientadores de nuestra convivencia.
  5. Sólo una ciudadanía activa, creativa y en la calle puede garantizar que alcancemos una Constitución legítima y democrática. Para conseguirlo es necesario impulsar la reflexión y la confluencia amplia, plural y participativa, capaz de involucrar en su diversidad a los múltiples actores sociales que desde hace mucho tiempo trabajan a favor de las transformaciones democráticas. Invitamos a mantener y ampliar este gran horizonte del cambio constitucional, intercambiando experiencias y generando movilizaciones desde la base de nuestra sociedad que permitan restituir a nuestro pueblo su soberanía y sus derechos fundamentales.
  6. Todas las organizaciones políticas y movimientos sociales y ciudadanos aquí representados nos comprometemos a seguir trabajando de manera unitaria y plural para que en cada plaza, en cada federación, en cada barrio y territorio, en cada sindicato se fortalezca esta demanda democrática. Impulsaremos procesos de formación, discusión y deliberación, desde abajo, que nos permitan seguir potenciando una movilización plural, diversa y articulada, lo más amplia posible, convencidos de que :

«Sin Asamblea Constituyente, No hay Nueva Constitución»

Santiago, 23 de noviembre de 2014

Llegó la hora del Poder Constituyente

Álvaro Ramis, Vocero de Poder Social Constituyente

La calle, que llevó la iniciativa política durante el gobierno de Piñera, especialmente entre 2011 y 2012, hoy parece callada, tímida, desierta. Es tal el nivel de desmovilización que la derecha empieza a probar cómo copar ese espacio, tal como lo intentó la CONFEPA; alimentada por los sostenedores de colegios subvencionados. La patronal, representada por la CPC, se atreve a descalificar a la Presidenta en su propia cara, basureando sus reformas.

La política regresó a los pasillos de los partidos y de las confederaciones patronales. No cruza ni siquiera por los salones académicos, o los seminarios de los centros de estudios. Una nueva cocina está cociendo a fuego lento a puerta cerrada los cambios legales del período. Se nota que los sectores progresistas de la coalición de gobierno están cumpliendo a raja tabla su parte en el acuerdo: la gobernabilidad parece asegurada y la estabilidad social garantizada. Pero la vieja Concertación no cumple con su parte con el mismo rigor y escrúpulo.

Es muy probable que este escenario de desmovilización llevará a una debacle electoral a los sectores progresistas de la Nueva Mayoría, principalmente por el incremento del abstencionismo. Ello podría revertirse si el producto de las reformas, por las cuales se ha implementado esta férrea disciplina, fueran contundentes, enjundiosos y consistentes. Pero luego de la aprobación a puerta cerrada de la Reforma Tributaria, de los acuerdos con la Iglesia en torno a la reforma educacional y a los escasos cambios que se avizoran en materia laboral, el panorama se ve desilusionante.

Mientras tanto, la ciudadanía calla y otorga, entre la desidia y la desconfianza de muchos y la complacencia de otros. Por una parte, fatalismo, esa sutil actitud vital que se resume en la frase tan chilena «es lo que hay». Por otra, por una falsa lealtad política, que obedece acríticamente a una dirección partidaria que manda callar y trabajar.

Es urgente iniciar una respuesta. Volver a la calle. El domingo 23 de noviembre una serie de organizaciones sociales y políticas ha convocado una marcha en Santiago, que se replicará en Valparaíso y La Serena, bajo la consigna “Sin Asamblea Constituyente No hay Nueva Constitución”. Se trata de un intento de reposicionar la movilización social en torno a la demanda central en esta coyuntura. Los cambios sectoriales, que se ven dispersos y difícilmente alcanzables, se pueden articular y vincular si se los integra desde la necesidad de alcanzar una nueva Constitución, discutida de forma democrática, que contemple un momento de ruptura institucional con el viejo orden neoliberal.

Para ello es necesario lograr que se convoque un plebiscito vinculante, que devuelva a la ciudadanía el poder de decisión sobre su futuro. El régimen caduco y corrupto impuesto por la Constitución de 1980, y refrendado en el pacto excluyente de 1989, ha dejado un paisaje devastado en términos democráticos. No tenemos tiempo que perder. El 23 de noviembre será un momento para exigir un momento de ruptura constituyente y poner las bases del nuevo país, de la nueva república. El punto de no retorno ya ha comenzado y por más amenazas que hagan los herederos de Pinochet, nada ni nadie podrá impedir que este pedazo de humanidad -que es Chile- haga una aporte a la historia de la lucha por la democracia.

Tenemos trabajo, podemos vivir un momento único, no desaprovechemos la oportunidad. Hagamos que la calle vuelva a hablar.

Todo Chile marcha por la AC

Arica: Domingo 23 de noviembre 12:00 horas., Acto en la Plaza Colon

Antofagasta: domingo 23 noviembre,​ 12:00 horas, ​Acto con Urna  en la ​Feria Pantealeó​n Cortes

Calama: Sábado 22 de noviembre11:00 horas, ​Acto en el ​Paseo Ramí​rez

La Serena: Domingo 23 de noviembre 12:00hrs. Marcha desde la Plaza Buenos Aires

Valparaíso: domingo 23 noviembre ​11:00 hrs. Marcha desde la Plaza Victoria

Concepción: Lunes 24 noviembre 13:00 hrs., Stand y consulta x AC, en los ​Tribunales de Justicia

Temuco: Domingo 23 noviembre 11:00 hrs, ​Feria Ciudadana en la ​Feria Libre Pinto Valdivia: ​

Domingo 23 de noviembre, 11:00 hrs., ​Volanteo  en la Plaza de la República

Ancud: Domingo 23 de noviembre, 18:00 hrs., Acto Ciudadano en la ​Casa de la Cultura

Coihaique: Domingo 23 de noviembre,​16:00 hrs., ​Volanteo  por la AC en la ​Plaza Pentagonal

Punta Arenas: Viernes 21 de noviembre, 11:30 hrs. Acto en la​Plaza de Armas

Cinco argumentos a favor de una Asamblea Constituyente para Chile

Por Álvaro Ramis.

Dale vida a los sueños que tienes escondidos,

descubrirás que puedes vivir estos momentos

con los ojos abiertos y los miedos dormidos,

con los ojos cerrados y los sueños despiertos.

Mario Benedetti

Los argumentos que se proponen a continuación no son axiomas evidentes que se deben aceptar sin demostración, sino proposiciones razonables que se arraigan en la experiencia histórica y en las condiciones de posibilidad que ofrece el sistema democrático. Se trata de tesis que buscan sistematizar la creciente movilización que demanda convocar al poder constituyente en Chile. Un movimiento que no se fundamenta en certezas empíricas ni en fórmulas cartesianas. Tras sus aspiraciones laten sueños largamente postergados, cargados de pasiones, subjetividades y angustias. El desafío pasa por interpretar lo que esos sueños expresan en el aquí y ahora de nuestra convivencia. Con Freud sabemos que  “Todo sueño aparece como un producto psíquico provisto de sentido”[1]. Ha llegado el momento de intentar desentrañar los sentidos que laten tras este sueño colectivo.

  1. Por una Constitución que nazca con plena legitimidad democrática.

La Constitución de 1980 es hija del terror y del desprecio. Apenas consumado el golpe de Estado de 1973 la Junta Militar designó arbitrariamente a los miembros de la llamada “Comisión de estudios de la Nueva Constitución Política de la República de Chile” (CENC) con la misión de redactar un anteproyecto constitucional. En esa decisión el régimen se atribuyó a si mismo la condición de “dictadura soberana” de acuerdo a doctrina de Carl Schmitt[2]. De esta manera abandonaron el principio de soberanía popular y lo reemplazaron por una noción schimittiana que comprende que “la soberanía es quién decide en un Estado de excepción”. El pueblo, máximo depositario de la voluntad constituyente, fue desposeído de su derecho fundamental para ser reemplazado por un poder dictatorial que se asumió a sí mismo como depositario de un poder ilimitado, que no podía estar restringido por ningún sistema legal ni normativo preexistente.

El 11 de septiembre de 1980 este ejercicio de poder total llegó al paroxismo. El ex presidente Eduardo Frei Montalva, en su discurso en el Teatro Caupolicán del 27 de agosto de 1980 anticipó lo que en ese día acontecería: “Votar este proyecto de Constitución ilegítimo en su origen, inconveniente en su texto, que va a entrar a regir dentro de diez años, que seguramente será modificado en el curso de esta década y cuyo verdadero alcance y significado sólo se conocerán cuando se dicten las leyes orgánicas, es un caso de ciencia ficción o una burla”[3]. Efectivamente, el plebiscito por el cual se aprobó el nuevo texto constitucional fue una mala broma, repleto de todas las irregularidades imaginables, en la cual 3.000 agentes de inteligencia se desplegaron en distintos centros de votación durante todo el día, cumpliendo la orden de asegurar el triunfo del sí a la nueva Constitución, tal como lo ha revelado recientemente el ex agente de la CNI  Jorgelino Vergara, alias “el Mocito”.

La ilegitimidad de origen, denunciada por Frei Montalva, constituye un vicio de la voluntad popular que no se ha resuelto por medio de las distintas reformas constitucionales que se han sucedido desde 1988. El momento fundante del ordenamiento constitucional chileno se fraguó de una forma que no respetó los criterios de seriedad, manifestación, sinceridad, libertad y espontaneidad que reclama todo acto jurídico. La voluntad ciudadana  se vulneró porque la dictadura impuso su proyecto constitucional por medio de la intimidación física y psicológica, impidiendo el discernimiento y la libre intención de la ciudadanía. En nuestra tradición legal este tipo de vicios del consentimiento implican la nulidad de los actos que los padecen, por lo cual, en stricto sensu la Constitución de 1980 rige como un poder constituido que opera de facto, pero no de iure, ya que su ilegitimidad permanece.  De allí que la convocatoria a una Asamblea Constituyente se impone como el único mecanismo que garantiza que el pueblo, como depositario supremo, ilimitado, originario, indelegable, único e indivisible de la voluntad instituyente  pueda participar de forma libre, plena e informada en la creación de una nueva Constitución, que nazca con una legitimidad incuestionable, y que garantice un orden político que refleje el vínculo indisoluble entre  pueblo, poder constituyente y soberanía.

  1. Por una Constitución que sitúe la participación como presupuesto de la democracia.

 La conquista fundamental de la Ilustración se condensa en el reconocimiento del “principio de autonomía”, tal como lo expresó Kant: “Veíase al hombre atado por su deber a leyes; mas nadie cayó en pensar que estaba sujeto a su propia legislación”[4]. Este principio reconoce  que los seres humanos somos dueños de nuestra propia conciencia, y por eso no sólo obedecemos las leyes de forma forzada, por interés, atracción o coacción. También somos capaces de darnos nuestras propias leyes y somos capaces de cumplirlas. Si reconocemos este principio comprenderemos que la democracia no se fundamenta en argumentos de conveniencia, como si fuera un sistema político más, preferible por factores prácticos o funcionales, ya que sería “el peor de todos los sistemas políticos, con excepción de todos los demás”. No es así. Si reconocemos que la legitimidad de la ley nace del consentimiento de quienes se subordinan a ella, el principio democrático es necesario en el sentido filosófico del término, ya que implica una condición de posibilidad. Otra cosa es si el sistema electoral, la práctica política, los vicios partidarios, las estratagemas de los ciudadanos pervierten o imposibilitan la aplicación de este principio.

La expresión contemporánea de esta idea kantiana se expresa en el llamado “principio del discurso”, formulado por Jürgen Habermas: “Sólo pueden pretender validez las normas que encuentran (o pudieran encontrar) la aprobación de todos los afectados en tanto que participantes en un discurso práctico”[5]. Por este motivo no tiene sentido establecer distinciones entre democracia representativa y democracia participativa. La representación no constituye más que un mecanismo subsidiario ante la imposibilidad de la participación permanente, de todos los ciudadanos en cada momento. La convocatoria a una Asamblea Constituyente reflejaría la máxima coherencia posible con el “principio del discurso”, en cuanto supondría que todos los sectores que serán sujetos de los derechos y deberes establecidos en la nueva Constitución podrían expresar sus argumentos,  y por lo tanto la nueva carta Constitucional poseería una plena validez, no sólo política, sino también ética.

 

  1. Por una Constitución que garantice la exigibilidad y justiciabilidad de los derechos humanos.

Como todas las Constituciones la carta de 1980 reconoce y ampara de forma general los derechos humanos, especialmente en su artículo 19. Pero si se analiza la forma como lo hace nos encontramos con declaraciones retóricas, vaciadas de toda posibilidad efectiva de ser exigidas ante la autoridades. El ejemplo más evidente es el derecho a la educación (art. 19, nº 10) que se limita a declarar que al Estado le corresponde “otorgar especial protección al ejercicio de este derecho”. Lo mismo se expresa en materia del derecho a la salud: “El Estado protege el libre e igualitario acceso a las acciones de promoción, protección y recuperación de la salud”. (art. 19, nº 9). De esta forma el papel del Estado se reduce a garantizar el “acceso” a un bien genérico, sin mayores exigencias para el Estado que garantizar la “oferta” en estas materias.

Esta concepción insustancial de los derechos sociales es fruto de la noción de “Estado subsidiario” que impregna toda la actual Constitución. La subsidiaridad no sólo implica que el sector público prescinde de sus potenciales capacidades económicas y productivas, sino que además reduce sus funciones sociales a roles paliativos y supletorios de las externalidades  y distorsiones del mercado. El Estado abandonó así todas sus obligaciones positivas especialmente en materia de derechos económicos, sociales, culturales y ambientales, situándose de forma permanente en una tensión dilemática con la legislación internacional que le impele a reconocer la exigibilidad y justiciabilidad de estos derechos[6].

Una Asamblea Constituyente debería superar esta aporía jurídica y política, permitiendo que Chile se constituya en un Estado Social y democrático de derecho, obligado a fortalecer los servicios públicos y a garantizar derechos esenciales para participar en plenitud en la sociedad. Es el paso de la libertad negativa que se concentra en la no interferencia del Estado a la libertad positiva, que se focaliza en incrementar las capacidades reales de las personas  de acuerdo a su proyecto vital.

 

  1. Por una Constitución que armonice el patriotismo constitucional con la interculturalidad.

Una Constitución no sólo debería ser un texto que señale derechos y obligaciones, procedimientos y reglas. También debería ser un texto que permita cohesionar de forma democrática y no coercitiva a la ciudadanía. La actual Constitución de 1980 intenta realizar este ejercicio a partir de un nacionalismo no reconocido. La chilenidad es definida de acuerdo a un patrón monocorde  coherente con un modelo de Estado unitario, que esencializa la identidad nacional bajo el supuesto de una historia o a un origen étnico común. Sin embargo la demodiversidad del país ya no soporta esta homogeneización forzosa. Por supuesto no lo toleran los pueblos indígenas que reclaman su legítimo reconocimiento como naciones preexistentes al Estado chileno. Pero tampoco lo toleran las regiones, ahogadas por un centralismo agobiante. Y tampoco lo toleran las nuevas generaciones, que no comparten las señas de identidad ni el mito nacionalista de la chilenidad oficial que pretende definir las normas de pertenencia y exclusión de la comunidad nacional.

Un país tan diverso y plural como el nuestro, que se ha formado por diferentes oleadas migratorias, que se ha desplegado en un territorio marcado por enormes contrastes y desigualdades, no puede fundar su identidad en un estrecho nacionalismo de base étnico-cultural. La alternativa es buscar esta cohesión en un “patriotismo constitucional”[7], basado en la adhesión a unos valores cívicos comunes. De esta forma las diversas formas de vida particulares y las tradiciones culturales se reconocen y se respetan, pero se enmarcan en un proyecto post-nacional de base republicana. Bajo este tipo de patriotismo el orgullo por la pertenencia a una nación no se funda en la exaltación de las singularidades ni en el chauvinismo excluyente, sino en la coherencia de la nación con los valores democráticos plasmados en la Constitución. Para ello es necesario que la Constitución exprese unas convicciones que representen efectivamente a los ciudadanos, y que puedan hacer suyos en su cotidianidad.

En el contexto de las tensiones históricas del Estado chileno con los pueblo indígenas, de la emergencia de las demandas regionalistas por reconocimiento de su singularidad, y sobre todo ante la abismante desigualdad económica que disgrega a los chilenos sólo un proyecto constitucional construido de forma participativa sería capaz de identificar un conjunto de valores cívicos ampliamente compartidos, capaces de fundamentar en el siglo XXI un proyecto viable de nación.

  1. Por una Constitución que haga sostenible el modelo de desarrollo.

El apoyo que la actual Constitución logra en un sector de la población está en relación a la defensa del principio del Estado subsidiario, al que se le atribuyen los ciclos de expansión y crecimiento de la economía de las últimas décadas, basados en las exportaciones. La pregunta crucial en nuestro contexto es si el Estado subsidiario colabora a la sostenibilidad del proyecto de desarrollo del país o necesita ser reemplazado.

Lo que estas décadas muestran, junto a las innegables cifras de crecimiento, es que el sector exportador y el sector financiero, las áreas claves de nuestra economía, no logran autoregularse. Es más, tienden por si mismos a la autodestrucción y a socavar sus propias fuentes de riqueza y legitimidad social. Por ello el Estado subsidiario se ha demostrado altamente ineficiente e irresponsable en su rol regulador, mientras las externalidades y costos de la arbitrariedad empresarial se han transferido directamente a la población y al medio ambiente. Cabe por lo tanto la demanda por un modelo de Estado regulador. Pero en segundo lugar es evidente que durante estos años muy pocos han ganado y muchos han perdido, sin que estas desigualdades representaran un dilema significativo para el Estado subsidiario, que ha permanecido impasible ante ellas. Es imposible mitigar la desigualdad dentro el actual modelo de Estado, ya que requiere un nuevo rol económico del sector público, enfocado especialmente en la búsqueda del valor agregado de nuestra producción, especialmente por medio de la inversión en I+D+i. Esto no significa el regreso del Estado empresario, sino más bien la llegada de un Partner State[8], un “Estado socio”, capaz de crear las condiciones para emprendimientos económicos que posibiliten el incremento de la productividad, el aumento de los salarios de los trabajadores y el progresivo abandono del modelo extractivista y el giro hacia una economía basada en el conocimiento.

Luego de 32 años el mundo es muy diferente al de 1980. Han caído las divisiones tradicionales de la política internacional: ni el conflicto Este-Oeste ni el contraste Norte-Sur tiene la menor relevancia. En cambio lo que se observa es la emergencia de nuevas potencias como los BRICS, capaces de imponerse en los organismos internacionales[9] mientras las potencias tradicionales ven declinar su hegemonía. Este nuevo orden internacional nos coloca en una disyuntiva: mantener el actual Estado subsidiario garantiza la estabilidad pero también augura una inevitable decadencia en el nuevo mundo multipolar. Pensar en un nuevo modelo de Estado sin duda generará inseguridades e incertidumbres pero es la única forma de abrir la puerta a un modelo de desarrollo que sea sostenible de cara al futuro.

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[1] Sigmund Freud. (1900). “Obras completas. Volumen IV: La interpretación de los sueños” (primera parte) Página 29. Amorrortu editores.

[2] Carl Schmitt. (1985) “La dictadura” Alianza, Madrid.  

[3] Eduardo Frei Montalva. “Discurso con motivo del Plebiscito de 1980”. En “Obras escogidas”. Ediciones del Centro de Estudios Políticos Latinoamericanos Simón Bolívar, Fundación Eduardo Frei Montalva, 1993. pp. 596

[4] Imanuel Kant. (2003) “Fundamentación de la metafísica de las costumbres”. Capítulo Segundo. Mare Nostrum Traducción: Manuel García Morente.

[5] Jürgen Habermas.  (1989)  “Teoría de la acción comunicativa: complementos y estudios previos”. Cátedra, Madrid, , pp. 445-446.

[6] Víctor Abramovich y Christian Courtis. (2003)  “Hacia la exigibilidad de los derechos económicos, sociales y culturales. Estándares internacionales y criterios de aplicación ante los tribunales locales”.

[7] Jürgen Habermas  (1989): “Identidades nacionales y postnacionales”.  Tecnos, Madrid.

[8] Cfr. “Partner State” en http://p2pfoundation.net/Partner_State

[9] La elección del brasileño Roberto Azevedo al frente de la OMC lo confirma.

Iniciativas ciudadanas destacan la adhesión creciente en sectores sociales y politicos que tiene la Asamblea Constituyente

Con el objeto de valorar el crecimiento en la adhesión ciudadana que ha tenido la demanda ciudadana y para solicitar a la Presidenta Bachelet que apoye la iniciativa parlamentaria de la Bancada AC, representantes de MarcaAC, de Poder Social Constituyente y los diputados Maya Fernández, Giorgio Jackson y Daniel Núñez se dieron cita en las afueras de La Moneda.

En la ocasión, el coordinador nacional de Marca AC, Genaro Cuadros destacó que la encuesta MORI – CERC refleja el trabajo activo que las iniciativas ciudadanas por la asamblea constituyente están realizando para que la demanda se despliegue a través de todo Chile. “Hemos visto estos días como una importante encuesta refleja el reclamo mayoritario de que la nueva constitución se haga a través de una asamblea constituyente”, expresó.

Desde el movimiento social, se explicó el crecimiento que ha tenido la demanda por una asamblea constituyente como producto de la difusión que amplios sectores ciudadanos y políticos han desarrollado sobre el hecho evidente de que la institucionalidad que actualmente tiene el país ya no da el ancho.

El punto de prensa, también contó con la presencia del representante de Poder Social Constituyente, Álvaro Ramis, quien valoró el mayoritario apoyo a la AC que muestra la mencionada encuesta: “Pensamos que esto debe ser tomado en cuenta por el Gobierno y debe llevar a la implementación de un mecanismo institucional para responder a la ciudadanía. Por lo tanto, vamos a seguir movilizándonos para expresar la fuerza de esta demanda, afirmó el dirigente.

Los miembros de la Bancada de diputados y senadores AC, Maya Fernández y Giorgio Jackson, recordaron que actualmente se encuentra en diseño, un proyecto de ley que permitiría consultar a la ciudadanía sobre el mecanismo para la nueva Constitución.

Específicamente, la diputada Fernández, destacó la necesidad de contar con un plebiscito para que la ciudadanía decida bajo qué formula se hará la nueva constitución. “Nosotros somos una bancada que está por la asamblea constituyente pues creemos que es el mecanismo más democrático y participativo, y además es institucional”, expresó.

Por el otro lado, el diputado Jackson afirmó, que “muchas de las demandas que actualmente existen en la sociedad tienen como barrera la actual constitución. Nosotros creemos que la constitución debe ser construida de manera participativa y democrática. Por ello hoy planteamos a la ciudadanía y a la presidenta Bachelet que lo mejor es consultarle a la ciudadanía para que la gente decida como ella se genera. Esta no debe ser impuesta entre cuatro paredes”.

Finalmente, Cuadros y Ramis, llamaron a que el apoyo que hoy tiene la asamblea constituyente se refleje en la Marcha por una Asamblea Constituyente que se está convocando para el 23 de noviembre, invitando a los ciudadanos a sumarse a esta movilización.